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Desde hace años los expertos han sostenido que el cerebro representa el “marcapasos” del desarrollo. Las investigaciones se han centrado sobre todo en los primates, porque los humanos pertenecemos a este grupo de mamíferos. El cerebro sería algo así como el órgano que marca y determina las pautas de todo el desarrollo de las especies. En particular, el tamaño del cerebro en todas las especies de primates podría estar correlacionado con diferentes marcadores fisiológicos de su desarrollo. Sin embargo, y como suele ser habitual en ciencia, no todo el mundo está de acuerdo con esta hipótesis. El debate siempre es interesante, porque promueve el ingenio de los científicos en la búsqueda de nuevos métodos. En particular, las conclusiones de estas investigaciones interesan en gran medida a la comprensión de la fisiología y biología social de nuestros ancestros.

Microcebus murinus.

Un grupo de investigadores, encabezados por Nancy Barrickman (Universidad de Duke, USA), utilizaron métodos estadísticos complejos con el objetivo de analizar gran cantidad de información sobre 28 especies de primates, desde los pequeños Microcebus murinus hasta los gorilas. Su trabajo se publicó en 2008 en la revista Journal of Human Evolution. Barrickman y sus colaboradores estudiaron la relación del tamaño del cerebro con variables como el tiempo de gestación, el tiempo de fertilidad de la hembras, el intervalo promedio entre nacimientos con éxito, la edad del primer parto o la duración de la lactancia intensiva. Con la excepción de este último aspecto fisiológico, todos las demás variables presentaron una elevada correlación con el tamaño del cerebro. A partir de esos resultados, Barrickman y sus colaboradores dieron un salto en sus reflexiones y concluyeron sobre la importancia de poseer un cerebro de gran tamaño.

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Cerebros de varias especies de primates.

El problema que plantea a cualquier especie la formación y mantenimiento de un cerebro grande es el enorme gasto energético que conlleva Recordemos que nuestro cerebro consume entre el 20 y el 25% de toda la energía basal. Estos datos son una realidad y representan verdadero hándicap para las especies con cerebro de gran tamaño. Para solventar este problema, Barrickman y sus colaboradores ponen en la balanza la energía que supone tener un cerebro de mayor volumen, tanto en su formación como en su mantenimiento, y los beneficios que puede proporcionar un cerebro de mayor tamaño para el éxito y la supervivencia de la especie. Cuanto más grande es el tamaño del cerebro mayores son las posibilidades de afrontar los problemas que plantea el medio.

No se puede dudar de los impecables resultados de este trabajo, que inclina la balanza hacia los defensores del importante papel del cerebro como condicionante de otros muchos aspectos característicos de las especies. Pero cabe un reflexión no menos interesante. En varias ocasiones he contado en este mismo blog que el tamaño del cerebro solo puede tomarse como una aproximación a las capacidades cognitivas de una especie. En otras palabras, la ecuación tamaño del cerebro=mayor inteligencia, no es correcta. La complejidad del cerebro (y no tanto su tamaño) determina esas capacidades. La supervivencia está condicionada a la posibilidad de eludir a los predadores o conseguir alimento para alimentarse o nutrir a las crías. Sería pues mucho más convincente la posibilidad de establecer una correlación entre la complejidad del cerebro y todas las demás variables del desarrollo mencionadas en el segundo párrafo. Mucho me temo que esta investigación es muy difícil de llevar a cabo ¿Cómo medir la complejidad del cerebro de cualquier especie?

Resulta poco convincente aceptar que aquellas especies con un mayor tamaño del cerebro estén mejor preparadas para la supervivencia que las que tienen un cerebro más diminuto. El cerebro tiene, sin duda, un papel muy relevante en la fisiología y las característica vitales de las especies de primates, incluidos nosotros mismos. Pero el uso del tamaño, como variable fundamental para llegar a esta conclusión, puede tomarse solo como una aproximación al problema.

José María Bermúdez de Castro