A pesar de que la península ibérica fue siempre un buen refugio cuando las glaciaciones azotaron el hemisferio norte, llevamos un retraso notable en hallazgo y catalogación de yacimientos del Cuaternario. Enriquecer ese catálogo es solo cuestión de medios, de tiempo y, sobre todo, de equipos preparados. por ejemplo, llama la atención la larga lista de yacimientos con restos de neandertales de Francia, siendo una región menos favorable para la diversidad durante el Pleistoceno Superior. En España se han realizado progresos importantes, como el hallazgo del yacimiento de El Sidrón, en Asturias. Pero la lista de yacimientos y de restos de neandertales es relativamente corta. A lo largo de las próximas semanas iremos conociendo algunos de estos yacimientos, muchos de ellos casi ignorados por la ciencia, o con escasa relevancia en la literatura científica nacional e internacional.
El río Úrbel, yacimiento del Arlanzón, discurre por bellos y solitarios paisajes del norte de la provincia de Burgos. Uno de sustramos atraviesa el pequeño desfiladero de rocas cretácicas, no lejos de la localidad de Huérmeces. En una de las laderas del valle se abre la boca de la cueva de Valdegoba, también conocida como la cueva de Caín y Abel o la cueva del botijo. La topografía de esta y otras muchas cavidades kársticas de la provincia de Burgos fue realizada por el Grupo Espeleológico Edelweiis. Fueron precisamente varios miembros de este grupo, y en particular la geóloga y espeleóloga Ana Isabel Ortega, quienes descubrieron los únicos restos de Homo neandarthalensis conocidos hasta la fecha en la provincia de Burgos. A finales del mes de julio de 1987, durante las labores de topografía de la cavidad, hallaron los restos de una mandíbula de aspecto arcaico, sin mentón. A juzgar por el desgaste de los dientes, la mandíbula perteneció a un joven (sexo indeterminado) de poco más de trece años. Los terceros molares estaban todavía en formación.
La excavación de la cueva se llevó a cabo durante los años siguientes y tuve la fortuna de participar en una de las campañas. Aparecieron nuevos restos humanos muy valiosos. Además del cuarto metatarso de un individuo joven, un quinto metatarso y la primera falange de un dedo de un adulto, se localizaron hasta un total de diez coronas de dientes de leche. A juzgar por el desarrollo de estos dientes se especuló con la posibilidad de que hubieran pertenecido a un neonato. Tal vez en aquella cueva tuvo lugar un parto, que no llegó a buen término ni para el recién nacido ni para la madre. El catálogo de restos neandertales de la península Ibérica se enriqueció con aquel hallazgo tan peculiar. Los restos de fauna indican que los neandertales cazaron rebecos, corzos, ciervos y caballos en aquellos parajes.
La antigüedad de los restos fue determinada mediante el método de las series de uranio. El dato más reciente sugiere una edad de unos 70.000 años, aunque el margen de los resultados podría llegar incluso a los 120.000 años. De acuerdo con la presencia de las especies de mamíferos, parece más prudente aceptar la primera fecha. Desde que terminaron las excavaciones, a finales de los 1980s, no se ha vuelto a excavar en el yacimiento ni a intentar la aplicación de nuevos métodos de datación. Tampoco se ha intentando la extracción de ADN. La cueva se cerró para evitar saqueos, por su ubicación en un paraje muy solitario difícil de proteger. Los restos humanos, que se publicaron en la revista Journal of Human Evolution, se conservan en el Museo Arqueológico de Burgos.
José María Bermudez de Castro
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