Los yacimientos de Bluefish se localizan en el territorio de Yukón, en el norte de Canadá. Desde el punto de vista geográfico, estos yacimientos se sitúan en la región oeste de un territorio conocido como Beringia, que incluye el extremo localizado más al noroeste de Eurasia y el extremo ubicado más al noreste de América del Norte. Durante la última gran glaciación del Cuaternario, las dos regiones formaban un puente de cientos de kilómetros de ancho y una altitud que llegaba a los 200 metros. Se extendía desde el río Lena en Siberia hasta el río Mackenzie en América del Norte. Esta inmensa región estuvo unida desde hace más de 25.000 años, hacia finales del Pleistoceno Superior, hasta la llegada del Holoceno hace unos 11.000 años. La capa de hielo se fundió y las dos regiones quedaron finalmente separadas por el estrecho de Bering. No obstante, la profundidad del estrecho es muy somera y las dos regiones han compartido desde hace miles de años una evolución biológica tanto de sus poblaciones humanas como la de otras especies, así como la unidad cultural de sus habitantes.
Uno de los yacimientos del conjunto de tres cuevas de Bluefish fue excavado por Jacques Cinq-Mars entre los años 1977 y 1987. El registro arqueológico obtenido por Cinq-Mars estaba formado por restos óseos de herbívoros y herramientas de piedra. Las primeras dataciones obtenidas mediante el método de 14C dieron cifras de unos 25.000 años antes del presente. Esas cifras eran congruentes con la presencia de miembros de nuestra especie en toda la región de Beringia y suponían, en la práctica, la primera ocupación de América del Norte en esa época. Sin embargo, esa cifra colisionaba con los datos de otros yacimientos americanos situados más al sur, que no superaban los 14.000 años de edad. La conocida “Cultura de Clovis” se consideraba como la más antigua de América, junto con la “cultura Monteverdina” del yacimiento de Monteverde, en Chile, datado en 14.800 años. Según estos datos, la colonización de toda América ocurrió en un lapso de tiempo increíblemente corto.
El debate sobre la colonización de América por nuestra especie tiene muy poco eco en Europa. Aquí hemos discutido sobre un primer poblamiento de nuestro continente en torno al medio millón de años, mientras que en la actualidad ese debate llega hasta 1,5 millones de años. Así que la confrontación que mantienen nuestros colegas del otro lado del Atlántico nos parece un tema menor. Obviamente, las cosas son relativas. Para nuestro colegas ese debate tiene una enorme importancia. Los congresos con esa temática y los artículos científicos se suceden. El último ha sido publicado en el número de enero de 2017 de la revista PLOS ONE por Lauriane Bourgeon, Arian Burke y Thomas Higham.
Esto investigadores analizaron un total de 36.000 restos fósiles de diferentes especies de mamíferos recuperados de los yacimientos de Bluefish, que incluyen mamuts, caballos o caribúes, todos ellas adaptadas a zonas esteparias pero habitables. La gran mayoría de los especímenes acumulados en los yacimientos de las cuevas de Bluefish fueron cazados por lobos y leones, aunque también hay presas de zorros. Pero los humanos estuvieron allí, como lo demuestra el hallazgo de cientos de artefactos líticos y las marcas de descarnado de muchos de los restos óseos. Las dataciones realizadas por Ariane Burke ofrecen un rango de edades de 14C de entre 10.500 y 19.650 años. Una vez realizadas las oportunas calibraciones de estos datos, el rango real de estancia de los humanos en Bluefish se puede fijar entre 12.000 y 24.000 años. En otras palabras, se confirma la antigüedad que establecieron los investigadores pioneros en el estudio de estas cuevas.
¿Existe pues un conflicto real para la época de la primera colonización de América? No necesariamente. La hipótesis de una colonización temprana puede compatibilizarse con la de un poblamiento más tardío. Para ello, debe admitirse un estancamiento de la primera colonización. Esto es, los pobladores de esta región de Siberia y América del Norte habrían quedado atrapados en Beringia, una región habitable durante miles de años. El contingente de población habría sido pequeño, dada la escasez de recursos, pero suficiente como para haber sobrevivido nada menos que durante 12.000 años aislados en esta región. Solo después de la retirada del hielo, poco antes de finalizar el Pleistoceno, estas poblaciones podrían haber progresado por la costa oriental de América, hasta alcanzar la Patagonia en unos pocos cientos de años.
Aparte de estas controversias de nuestros colegas americanos, lo que más nos sorprende es que nuestra especie fuera capaz de adaptarse en tan solo unos 25.000 años a vivir en zonas de fríos intensos, consumiendo alimentos fuertemente estacionales y soportando variaciones extremas en la cantidad de luz solar. Hace 50.000 ya nos habíamos instalado en el sur de China, Indonesia y Australia, por ejemplo, pero no tardamos en colonizar todo el norte de Eurasia en un tiempo record. Hace 25.000 años encontramos nuestro rastro en Siberia y en el norte del continente americano, cazando mamuts y renos, con escasos vegetales para incluir en la dieta. Es muy probable que la hibridación con las poblaciones autóctonas (bien adaptadas desde hacía miles de años) nos permitió conseguir los genes que necesitábamos para lograr esa proeza.
José María Bermúdez de Castro
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