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La conservación de ADN de especies que vivieron hace miles de años parece de ciencia ficción. Al menos es lo que pensábamos hace un par de décadas. Pero se consiguió lo que parecía imposible en restos neandertales. Es más, se alcanzó cumbre en el yacimiento de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca, cuando se logró obtener primero el ADN mitocondrial y más tarde el ADN nuclear en humanos que vivieron hace más de 400.000 años. Quién sabe hasta donde se puede llegar, aunque sería fantástico poder completar lo que se sabe hoy en día sobre el ADN de los neandertales o de los enigmáticos denisovanos. El estudio del ADN antiguo está tomando un papel muy relevante en la reconstrucción de la historia evolutiva de nuestros ancestros del Pleistoceno Medio y Superior, apoyando hipótesis propuestas a partir de estudios morfológicos, y situando en el tiempo las divergencias de diferentes linajes humanos.

Pero los expertos en ADN antiguo no están conformes. Querían más y lo han conseguido. Desde hace algún tiempo se perseguía la “quimera” de encontrar el ADN dejado en los antiguos lugares de habitación, a la postre transformados en yacimientos arqueológicos y paleontológicos. Los humanos que visitaron o habitaron ciertos espacios dejaron el rastro de su ADN, como lo hacemos nosotros cada día allí donde nos encontremos. La orina, las heces, el sudor, la piel, etc. contiene células y, por tanto, ADN en cantidades muy notables. Incluso, la degradación de un cadáver puede hacer que mucho de su ADN se transfiera a los sedimentos que lo llegaron a cubrir. Parece complicado que el ADN permanezca inalterado el tiempo necesario, pero no imposible. Cabe pues la posibilidad de conseguir pruebas de la presencia de cualquier especie, aunque hayan transcurrido miles de años.

Especies detectadas en varios yacimientos del Pleistoceno gracias a la obtención de ADN en sus sedimentos. Fuente: Science-News.com

Matthias Meyer, Viviane Slon, Charlote Hopfe y otros genetistas del Departamento de Genética Evolutiva del Instituto Max Planck llevan casi tres años recolectando muestras de sedimentos de diferentes yacimientos de Europa, y ensayando técnicas para intentar detectar ese ADN que nos dejamos por todas partes. Su constancia ha tenido éxito. La semana pasada publicaron en la revista Science sus primeros y espectaculares resultados, tanto de esas muestras como de otras que se habían tomado hace años para realizar dataciones de los yacimientos. Podemos decir que estos investigadores han cruzado la frontera del conocimiento de su ámbito científico y han entrado en una nueva dimensión. Por descontado, las condiciones óptimas para la conservación del ADN no se dan en todos los yacimientos. El exceso de temperatura o ciertos procesos químicos son capaces de eliminar cualquier rastro orgánico. Así que el nuevo método no será la panacea para resolver todos los enigmas del último medio millón de años. Pero no cabe duda de que en un par de décadas el avance habrá sido espectacular.

Por el momento, los genetistas de Max Planck han conseguido detectar ADN mitocondrial en muestras de sedimentos de los yacimientos de finales del Pleistoceno Medio y del Pleistoceno Superior de Les Cottés (Francia), Trou Al´Wesse (Bélgica), El Sidrón (España), Denisova y Chagyrskaya (Rusia) y Vindija (Croacia). Los resultados han sido negativos, por el momento, en las muestras tomadas en el yacimiento de la cueva de Arago (Pleistoceno Medio de Francia). Las especies detectadas se muestran en la figura que acompaña el texto, y que los autores de la investigación publican en la revista Science.

El yacimiento de El Sidrón, en Asturias, es ya una de las referencias de estas investigaciones, por la extraordinaria conservación de los restos neandertales que atesora, y por el ejemplar método de extracción de los fósiles en condiciones de asepsia. La ausencia de restos de otras especies en el yacimiento de El Sidrón ha vuelto a ser demostrado por este nuevo estudio, en el que solo se ha encontrado ADN de homininos. La otra referencia se encuentra en Siberia. El hallazgo de ADN de neandertales y de denisovanos en las cuevas de Chagyrskaya y Denisova sugiere que las dos poblaciones pudieron alternarse en la ocupación del valle donde se encuentran estos lugares. La hibridación de los dos grupos humanos es una hipótesis a contrastar en el futuro, gracias precisamente al estudio del ADN conservado en estas cavidades. La identidad de los denisovanos no se conoce, pero apostaría por su estrecha relación con la especie Homo erectus. Dada la situación de los montes Altai, en Siberia, no sería extraño que hubieran sido ocupados por grupos relacionadas con las últimas poblaciones de Homo erectus de Asia, que entraron en contacto con los neandertales. Todo ello se podrá ir conociendo gracias al avance de la Paleontología molecular, que hace 30 años se planteaba como una posibilidad de futuro. Pues bien, el futuro ya está aquí.

José María Bermúdez de Castro