El anuncio en 2004 del hallazgo de restos humanos en la isla de Flores (actual estado de Indonesia) originó una gran conmoción en la comunidad científica. El extraño aspecto de aquellos homininos, su estatura y, sobre todo, el tamaño de su cerebro causó primero sensación y más tarde un intenso debate. Los restos se encontraron en la cueva de Liang Bua, su datación se encontraba en el rango de 65.000 y 87.000 años y fueron atribuidos la nueva especie Homo floresiensis. La mandíbula y los dientes encontrados en la formación Ola Bula del yacimiento de Mate Menge de la isla de Flores, datados en 700.000 años, también han sido atribuidos a esta especie, incrementando de manera notable el rango temporal de estos homininos.
La primera hipótesis para explicar la presencia de aquellos humanos, cuyo cerebro no llega a los 400 centímetros cúbicos y cuya estatura apenas supera los 100 centímetros, asumía un proceso de enanismo insular, similar al de otras especies de mamíferos, como el pequeño elefante de la especie Stegodon florensis insularis. El aislamiento en el reducido espacio de la isla de Flores, que no llegó a formar parte del continente de Sunda durante los fuertes descensos del nivel del mar en épocas glaciales, devino en una reducción del tamaño de todo el cuerpo. Habría sido la manera de ahorrar energía en un entorno de recursos limitados. Dada la antigüedad de los restos, se asumió que su origen estaría relacionado con Homo erectus.
La morfología y el tamaño de los cráneos en nada recordaban a una versión reducida de los clásicos Homo erectus. Bien es verdad que no podemos esperar que el enanismo de una especie se produzca de manera isométrica, en reducción estrictamente proporcional. Por ejemplo, el cráneo de un perro Gran Danés se parece poco al de un perro Pekinés, aunque estas dos variantes se atribuyan a la misma especie. La plasticidad del hueso es capaz de producir morfologías muy diferentes. La elección de Homo erectus también responde al hecho de que el enanismo de ciertas poblaciones de nuestra especie, como los andamaneses o los pigmeos, nada tiene que ver con la morfología que se observa en los enanos de la isla de Flores.
La primera hipótesis no satisfizo a un buen número de investigadores, que propusieron un enanismo patológico de los Homo sapiens que habitaron la isla. Se propusieron diferentes enfermedades (cretinismo o síndrome de Laron) para explicar el fenómeno, que siguen dando mucho que hablar. La posibilidad de obtener ADN tropieza con la mala conservación de materia orgánica en el ambiente tropical de esta región.
Las últimas investigaciones han sido realizadas por un equipo liderado por Debbie Argue (Universidad Nacional de Australia) y se han publicado en la revista Journal of Human Evolution. Este trabajo ha sido muy laborioso, pues ha tenido en cuenta 133 caracteres de diferentes partes anatómicas de chimpancés, gorilas, orangutanes, Australopithecus afarensis, A. sediba, A. africanus, Homo habilis, H. rudolfensis, H. ergaster, H. erectus, H. georgicus, H. naledi y H. sapiens. Muchos de los datos fueron observados en los fósiles originales, lo que supone recorrer muchos kilómetros para recolectar datos en diferentes instituciones. El análisis bayesiano de los datos ha necesitado de ordenadores muy potentes y representa el trabajo morfológico comparativo más completo realizado hasta el momento de Homo floresiensis.
Como sucede en este tipo de análisis, los resultados tienen siempre una probabilidad menor de 1. Es decir, la puerta no puede cerrarse de manera definitiva a nuevos análisis, datos adicionales, métodos y/o técnicas matemáticas diferentes. Pero de momento hemos de considerar los resultados de este nuevo trabajo y de sus implicaciones. Esos resultados apuntan a una relación de parentesco entre Homo habilis y Homo floresiensis. Puesto que el método empleado (fenética) impide de manera formal proponer historias evolutivas, no se puede concluir de manera explícita que los humanos de la isla de Flores hayan derivado de la evolución de Homo habilis. Los análisis indican que esta especie comparte su “morfoespacio” con Homo floresiensis. En cambio, los humanos de Flores se alejan morfológicamente hablando tanto de Homo erectus como de Homo sapiens.
Con esos resultados se puede dejar correr la imaginación y proponer hipótesis. La especie Homo habilis sobrevivió en África hasta hace 1,5 millones de años, compartiendo territorio con otras especies del género Homo. Los humanos encontrados en el yacimiento de Dmanisi, que para algunos expertos se incluyen en la especie Homo georgicus), pudieron salir de África hace unos dos millones de años, sino antes. Los análisis de Argue y colaboradores sugieren una relación morfológica de esta especie de la República de Georgia con Homo naledi, una especie de la que hablaremos en el siguiente post, a la espera de las primeras dataciones, que ya anuncian los medios. En cambio, Homo georgicus parece más alejado de Homo floresiensis desde el punto de vista morfológico. Siendo así, quizá haya que admitir que la primera expansión de los homininos fuera de África fue compleja e interesó a más de una especie ¿Por qué no?
Los resultados que van llegando complican cada vez más el panorama de la evolución humana durante el Pleistoceno. Sabemos muy poco de lo que pudo realmente suceder a lo largo de miles de años en un territorio tan enorme como el conjunto de África y Eurasia. La lección que aprendemos día tras día, descubrimiento tras descubrimiento es que no podemos encerrarnos en paradigmas estáticos ni conformarnos con lo que nos dice el registro fósil. La mente siempre ha de estar abierta, aunque los datos que vayamos conociendo sean difíciles de digerir y comprender.
José María Bermúdez de Castro
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