Acabo de regresar de la celebración de Naukas-Bilbao 2017 (15-16 de septiembre). Fui invitado por sus organizadores para hablar (junto a la Dra. María Martinón) sobre evolución humana en una entrevista inolvidable. Todavía persisten en mi retina la mayor parte de las ponencias presentadas y conservo las emociones de un par de días para el recuerdo.
Hace muchos años me convencí de la necesidad de comunicar la ciencia. Nuestras investigaciones tienen que ser compartidas –me repetía a mí mismo- no cabía otro camino. Junto a mis colegas del proyecto Atapuerca diseñamos sobre la marcha un programa de comunicación, paralelo al proyecto académico. Las publicaciones científicas sobre nuestros hallazgos e investigaciones se transformaban a un formato menos técnico, asequible a la comprensión de todo el mundo. Ningún organismo oficial reconocía en aquellos años el esfuerzo que podía suponer a los científicos enredarse en la llamada “divulgación de la ciencia”. Pero nosotros insistimos con cabezonería, cada vez más convencidos de que los conocimientos adquiridos no se podían quedar en debates cerrados con nuestros colegas. Había que salir a la calle y compartir nuestra pasión por la evolución humana. No importaba que el capítulo de nuestros curricula dedicado a esa labor fuera invisible para los evaluadores oficiales. Nunca nos gustó el término “divulgar”, que parecía tener la connotación de “vulgarizar” algo que tiene mucho valor. Adoptamos el término comunicar, que se estaba poniendo de moda y que encierra la idea de compartir.
Pero, como sucede en cualquier país con tradición científica, el advenimiento en España de una ciencia más seria en la década de 1980 conllevó la necesidad de convertir en noticia los avances de la ciencia. Así surgieron magníficos profesionales de esa labor. ¿Llegaríamos a tener un nivel similar al de países como el Reino Unido? Un reto sin duda difícil; sobre todo si los medios disponibles no eran los mismos. Pero con paciencia, todo va llegando.
Naukas-Bilbao-2017 ha sido un evento (con siete años de experiencia a sus espaldas), que demuestra “a lo grande” lo que venimos defendiendo desde hace años: la ciencia interesa y mucho. La mayor sala del Palacio Euskaduna de Bilbao se quedó pequeña para albergar a los casi 2.000 fans de la ciencia, que asistieron en algún momento a la gala de los “maravillosos locos por comunicar la ciencia”. Señores y señoras políticos/as, tomen buena nota: la ciencia puede mover montañas, nunca mejor dicho y de manera literal. Y vaticino que cada vez habrá más adeptos, si se presenta con ingenio, humor y espectáculo. Esto es lo que hemos vivido en Naukas-Bilbao, despertando nuestro entusiasmo y aplaudiendo a rabiar a quienes se han presentado ante un público entregado, para enseñarnos ese otro modo de comunicar una parte del conocimiento que atesora la humanidad. Y que nadie se rasgue las vestiduras: la ciencia no es seria y aburrida. La ciencia es pasión por aprender y conocer, algo que los humanos llevamos en nuestro ADN. Si le añadimos sentido del humor (me pregunto cuándo surgió este sentido en nuestra evolución), y el ingenio derrochado en el Palacio Euskalduna por los participantes de Naukas-Bilbao 2017 el futuro de la ciencia está asegurado en nuestro país a pesar de los recortes y la tradicional falta de visión.
Desde este blog, vaya mi más efusiva y sincera felicitación a los organizadores de Naukas-Bilbao. ¡!Para quitarse el sombrero!!
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