Las cavidades del carst de Montmaurin se localizan cerca de la villa de Saint Gaudens, a unos 75 kilómetros al sureste de la ciudad francesa de Touluse. Aunque estas cuevas se conocen desde principios del siglo XX, los primeros hallazgos de interés datan de 1945. Ya entonces pudieron distinguirse hasta ocho cavidades cársticas, rellenas con sedimentos fosilíferos de épocas distintas. En la cueva denominada La Niche aparecieron herramientas de piedra y restos fósiles de diferentes especies de cánidos, équidos y úrsidos, que ayudaron a situar en el tiempo a la mandíbula humana encontrada por Raoul Cammas el 18 de junio de 1949. Una vértebra dorsal y fragmento de tibia completaron la pequeña colección de homininos. Las primeras excavaciones llegaron hasta 1961 y solo se reactivaron durante un breve lapso de tiempo en la década de 1980.
Aunque puede resultar extraño, las diferentes cavidades de este sistema y sus correspondientes yacimientos aún no han sido explotadas de manera sistemática desde el punto de vista científico. Ningún equipo ha tenido capacidad o interés en continuar lo que algunos expertos comenzaron hace más de 70 años. Y estamos hablando del país donde se desarrolló el ámbito de la prehistoria durante el siglo XX.
La mandíbula fue objeto de varios estudios, destacando la descripción publicada por G. Billy y Henri V. Vallois en 1977. El estudio fue realizado hace más 40 años, en el marco de cuanto se conocía entonces y de las teorías vigentes sobre la colonización del continente europeo. Los escasos datos del contexto de la mandíbula apuntaban a una antigüedad de entre 200.000 y 240.000 años. Algunos investigadores piensan que esa antigüedad podría llegar hasta los 300.000 años, pero solo se trata de una opinión sin contrastar. La mandíbula ha formado parte de diferentes estudios comparativos, a propósito de la investigación de diferentes hallazgos y revisiones. Sin embargo, nadie se ha ocupado de revisar las conclusiones de Billy y Vallois. En mi opinión, tanto los fósiles y herramientas del yacimiento de la cueva de la Niche como los rellenos sedimentarios del carst de Montmaurin han permanecido de manera inexplicable en un segundo plano. Es evidente que otros hallazgos han eclipsado el interés por este fósil durante décadas.
Conocimos hace ya algunos años a la investigadora Amélie Vialet, que actualmente investiga en el Museo de Historia Natural de Paris. Su paso por las excavaciones de Atapuerca y nuestra coincidencia en varios congresos internacionales han ido forjando una buena amistad. En septiembre de 2016, a propósito de un nuevo encuentro en el congreso anual de la Sociedad para el Estudio de la Evolución Humana en Europa (ESHE), decidimos poner en marcha un proyecto para revisar la mandíbula de La Niche, que podría suponer un nuevo impulso para excavar en el carst de Montmaurin. Las herramientas ya formaban parte de un estudio en marcha y se había planeado la toma de muestras para obtener datos geocronológicos. Aunque parezca mentira, nadie se había preocupado de datar los niveles geológicos del yacimiento de La Niche.
Un viaje a Paris en febrero de 2017 fue el inicio del nuevo estudio de la mandíbula, que acabamos de publicar en la revista PLoS ONE. Tal y como era de esperar, la mandíbula de La Niche presenta algunos rasgos característicos de los neandertales, particularmente en los dientes. Estos resultados, que ya habían sido notados en publicaciones previas, no resultan sorprendentes habida cuenta de que la población neandertal tiene raíces muy profundas en el Pleistoceno de Europa. Sin embargo, la presunta antigüedad de la mandíbula hacía presumir una estrecha similitud morfológica de la mandíbula con la de los neandertales europeos. Pero no es así. Nuestras investigaciones han puesto el foco en aquellos caracteres que invariablemente aparecen en los neandertales y tienen, por ello, una señal taxonómica indiscutible. Las técnicas matemáticas aplicadas al estudio de una muestra muy amplia de mandíbulas, incluido un grupo de ejemplares africanos recientes, revela que la mandíbula de La Niche se alinea con los especímenes más arcaicos de Europa, incluidos los de Dmanisi. El aspecto primitivo de algunos caracteres, que algunos habían advertido en notas aisladas, se manifiesta abiertamente en nuestros análisis.
Tendremos que esperar a los resultados de las dataciones en el yacimiento de La Niche, pero sospecho que se confirmará una antigüedad de finales de Pleistoceno Medio. La fauna asociada y las herramientas apuntan claramente en esa dirección. Pese a todo, y gracias a los hallazgos más recientes, los expertos ya no se sorprenden de que algunos fósiles europeos relativamente recientes, como el cráneo de Ceprano (Italia) o la mandíbula de Mala Balanica (Serbia) carezcan de rasgos neandertales. La evolución humana en Europa fue sin duda mucho más compleja de lo que fue asumido hace tan solo un par de décadas. La posibilidad de que en Europa hubieran coexistido al menos un par de linajes de homininos, y de que el mestizaje, los aislamientos prolongados, la deriva genética y otros procesos fueran habituales en el Pleistoceno Medio de Europa va cobrando fuerza, a la par que se abandonan hipótesis lineales, como la “acreción”. El surgimiento de los neandertales clásicos del Pleistoceno Tardío es una cuestión a la que no se puede dar carpetazo. Quedan muchos interrogantes, y la mandíbula de La Niche se suma ahora a la lista de expedientes X.
José María Bermúdez de Castro
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