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La historia de Europa, contada por los genes

Hace algunos años, cuando quién firma este blog iniciaba su andadura en este difícil, pero apasionante mundo de la investigación científica, las relaciones entre las poblaciones históricas, relativamente recientes, se determinaban mediante el estudio de las características craneales. Ese método dio algunos frutos y errores monumentales. Toda la bibliografía de aquella época (todavía tan cercana en el tiempo) ha quedado desfasada. Las técnicas de obtención de ADN mitocondrial y nuclear han ido mejorando y los diferentes laboratorios del mundo disponen ya de bases de datos impresionantes sobre el genoma de los antiguos pobladores de casi todas las regiones del mundo. Con esas bases de datos se pueden establecer modelos de poblamiento de esas regiones, migraciones, hibridaciones, etc. Se trata de compartir datos y de llegar a conocer la historia demográfica de cada pequeña porción de territorio. A medida que esa base de datos crece, la fiabilidad de los resultados es mayor.

Difusión de la agricultura por Europa durante el Neolítico. En color rojo puede distinguirse el llamado “creciente fértil”. Fuente: WordPress.com

 

La última aportación en este ámbito acaba de ser publicada por la revista Nature. Se ha tratado de reconstruir el poblamiento reciente del sureste de Europa, desde hace unos 14.000 años hasta hace unos 2.500 años. El trabajo ha sido liderado por tres genetistas de enorme prestigio, Iain Mathieson, Ron Pinhasi y David Reich, el primero y el tercero profesores de la Universidad de Harvard, mientras que Pinhasi desarrolla sus investigaciones en el University College de Dublin, en Irlanda. Llama la atención que el trabajo haya sido firmado por cerca de 120 investigadores, que han aportado restos esqueléticos y compartido bases de datos. Es evidente que la ciencia avanza ya de manera corporativa. Se terminaron hace tiempo los trabajos individuales, por más que sigamos rindiendo un más que merecido culto a determinados genios de la ciencia.

 

El trabajo recién publicado en Nature ha reunido datos de 225 esqueletos datados en fechas del Mesolítico y del Calcolítico, recuperados en yacimientos de la península de los Balcanes, la cuenca de los Cárpatos y la estepa Póntica, que se extiende en Europa oriental desde el norte del mar Negro y el Cáucaso hasta la frontera entre la actual Federación Rusa y Kazajistán, al sur de los montes Urales. Toda esta vasta región ha sido lugar de paso desde el este hacia el oeste y viceversa, dando lugar a una mezcla de diferentes poblaciones, pero todas ellas estrechamente relacionadas. De hecho, la agricultura y la ganadería llegaron a Europa desde el “creciente fértil” a través de la península de Anatolia hace unos 9.000 años. El suroeste de Europa tuvo dos rutas principales. La costa del Mediterráneo llevó la nueva cultura del Neolítico hasta los confines del oeste de Europa, mientras que el valle del Danubio permitió esa transición cultural hacia el norte del continente europeo. La península ibérica y Europa central recibieron esa influencia hace unos 7.600 años antes del presente, y no solo con la difusión de la cultura, sino con la llegada masiva de nuevos colonos. Fue ésta una de las muchas (pero no la última) migraciones de población que colonizaron Europa, incluyendo la mezcla genética con los residentes. Ciertamente, si analizamos el ADN de cada uno de nosotros, nos daremos cuenta de la procedencia tan diversa de nuestros ancestros. Lo saben bien quienes se hayan hecho un estudio personal de su ADN. Estamos tan mezclados los unos con los otros, que resulta complejo distinguir solo por sus genes a un palmesano de un alemán.

 

La llegada de la agricultura y la ganadería a Europa impulsó nuestro crecimiento demográfico, de manera que donde solo había unas cuantas tribus de cazadores y recolectores se contabilizaron en unos pocos cientos de años miles de nuevos colonos. Este nuevo estudio ha sido una pieza más del puzzle de la historia de la población de Europa, pero los autores del trabajo nos cuentan que aún tienen por delante la ingente tarea de establecer un nexo claro entre aquellos agricultores y ganaderos y las poblaciones más recientes (incluyendo la población actual). No es sencillo, porque los movimientos de población entre el suroeste de Asia y Europa fueron cada vez más importantes, a medida que nos aproximamos a la historia reciente (imperio romano, invasiones medievales, etc.). La paleogenética promete aportar un elemento muy importante a la historia que nos han contado de imperios, batallas e invasiones.

 

José María Bermúdez de Castro

 

 

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