Los fósiles humanos encontrados en 1994 y en años posteriores en el nivel TD6 del yacimiento de la cueva de la Gran Dolina (sierra de Atapuerca) han revolucionado cuanto sabíamos sobre la primera colonización del continente europeo. Su inclusión en Homo antecessor, la nueva especie nombrada y definida en 1997 en la revista Science por el Equipo Investigador de Atapuerca, encendió un debate científico que sigue vigente después de más de veinte años.
Cuando se produjo el primer hallazgo en julio de 1994 teníamos la certeza de que aquellos fósiles humanos eran los más antiguos de Europa. Pero nadie podía dar todavía una fecha. Los restos fósiles de ciertos pequeños roedores de la familia de los arvicólidos, encontrados en el nivel TD6 junto a los restos humanos, abogaban por una gran antigüedad. La “biocronología” (edad de ciertas especies fósiles por su asociación con otras previamente datadas), aun siendo una magnífica referencia, está sujeta a incertidumbres.
Poco antes del inicio de la excavación de 1994 nos habían llegado los primeros resultados sobre el estudio del magnetismo remanente de los sedimentos del yacimiento de Gran Dolina. Ya sabemos que los minerales que contienen hierro se orientan en función del magnetismo de nuestro planeta, cuya polaridad ha cambiado en numerosas ocasiones desde que se tiene registro de esos cambios. Hace unos 772.000 años, el polo magnético de la Tierra quedó como lo conocemos en la actualidad: en el polo norte se registra polaridad positiva, mientras que en polo sur se registra polaridad negativa. Los cambios en este gran imán que representa la Tierra ocurren cada cierto tiempo, bien calibrado en las dorsales oceánicas, y su origen es tan hipotético como cualquier aspecto de la ciencia (ver post de 29 de julio de 2014 en este mismo blog). Para nuestros hallazgos en Gran Dolina lo más importante era saber que el último cambio de polaridad (denominado Matuyama/Brunhes en honor a sus descubridores) coincidió con el final del depósito del nivel TD7. Los fósiles humanos de TD6 se encontraron aproximadamente un metro por debajo de este evento magnético. En consecuencia, los fósiles eran más antiguos de 772.000 años y pertenecieron a una población del Pleistoceno Inferior. Pero, ¿cuánto más antiguos?
Desde entonces se han utilizado varios métodos para conseguir fechas del nivel TD6. Todas las investigaciones se centraron en datar elementos asociados a los restos humanos, incluyendo granos de cuarzo o dientes de algunas especies de vertebrados. Las cifras obtenidas mediante estos métodos estaban incluidas en un rango de entre 650.000 y 960.000 años. Considerando que el límite Matuyama/Brunhes nos da una fecha mínima (772.000 años), la cronología de Homo antecessor quedó limitada por ese dato y por una fecha algo inferior a un millón de años. Cuando se ponen juntos los datos obtenidos mediante los diferentes métodos, la edad más probable parece ser algo superior a los 800.000 años y quizá no mayor de 850.000 años. Este rango de tiempo coincide con un período cálido del Pleistoceno Inferior. Las especies de vertebrados encontradas en el nivel TD6 asociadas a Homo antecessor estaban bien adaptadas a un clima algo más cálido que el actual. Parece pues que todo encaja bien.
Aun así, nunca nos podemos dar por satisfechos y hay que seguir empleando métodos novedosos. La geocronología no solo es un puñado de métodos para conocer la edad de las rocas, sino una ciencia en constante evolución. La geocronología investiga la posibilidad de emplear nuevos métodos, mejorar los que ya se usan e identificar posibles fuentes de error.
Hace un par de años nos planteamos una datación directa de un resto humano de Homo antecessor. Disponíamos de un fragmento de diente (seguramente de un molar inferior), que no aportaba ninguna otra información más que su propia existencia. Así que iniciamos una serie de investigaciones con ese fragmento, encaminadas a obtener provecho científico de un fósil sin aparente valor. Los primeros resultados acaban de llegar. La datación directa de restos humanos mediante el método ESR (Electro Spin Resonance, por sus siglas en inglés) ha mejorado en los últimos años y se ha aplicado a varios fósiles humanos, incluidos los de la especie Homo naledi, Jebel Irhoud, Florisbad, El Sidrón, Misliya, etc.., con resultados satisfactorios. Así que ¿por qué no probar con Homo antecessor?
El geocronólogo Mathieu Duval, que compartió varios años de su carrera profesional en el CENIEH de Burgos, y el gran maestro del método de ESR el alemán Rainer Grün han liderado la investigación, publicada en la revista Quaternary Geochronology. Estas investigaciones han supuesto un desafío increíble para los expertos, puesto que tuvieron que investigar posibles fuentes de error. Quizá lo más importante de este trabajo son las enseñanzas que ha proporcionado el estudio y que se aplicarán a trabajo futuros con otros fósiles.
Una vez finalizado el estudio, Duval y sus colegas han determinado que la máxima antigüedad de Homo antecessor puede cifrarse en 949.000 años, mientras que la mínima sigue estando marcada por el límite Matuyama/Brunhes; es decir, 772.000 años. Quizá podemos pensar que este trabajo no aporta nada nuevo. Sin embargo, no es poco volver a confirmar que Homo antecessor vivió en el Pleistoceno Inferior y que uno de sus dientes nos ofrece, por primera vez, una datación directa.
Este artículo puede consultarse libremente en la siguiente dirección: https://doi.org/101016/j.quageo.2018.05.001
José María Bermúdez de Castro
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