Hace más de tres años (el tiempo vuela) tuve ocasión de leer uno de los magníficos textos de mi buen amigo José Sebastián Carrión, Catedrático de Evolución Vegetal de la Universidad de Murcia). El título de su columna en un diario de Murcia era el mismo que encabeza este post. Por descontado, mi intención no es plagiar su título, sino rendirle un cariñoso homenaje. Su texto sigue colgado de uno de tablones de anuncios de mi centro de investigación.
Sobre talentos exiliados por falta de oportunidades en nuestro país tengo una cierta experiencia. No son pocos los jóvenes científicos (ellos y ellas) del Equipo Investigador de Atapuerca que han salido fuera de España en busca de su oportunidad. Algunos han podido regresar. Otros se han quedado. Siempre explico que la ciencia es universal; no tiene fronteras. Así que podemos desarrollar nuestra vocación en cualquier parte del mundo. Pero nos queda mucho para que la balanza esté en equilibrio y que España tenga tanto talento de otros países, como talento propio en el exilio.
Algunos/as echan raíces en el país de acogida. Otros/as, en cambio, añoran su tierra y desean regresar. Pero las oportunidades para desarrollar todo su talento en España son muy pocas y muchas veces de peor calidad. No se trata de realizar una crítica a los sucesivos gobiernos, qué también Me consta que existe cierta sensibilidad en algunos responsables políticos sobre la necesidad de desarrollar ciencia y tecnología en nuestro país, una inversión a largo plazo necesaria para encontrar alternativas al turismo y al ladrillo. El problema es en realidad de toda la sociedad española, de nuestra propia idiosincrasia. A estas alturas de mi vida profesional solo puedo desear que las próximas generaciones lleven a cabo este cambio, tan necesario para nuestro futuro.
Hace ahora un par de años recibí una invitación para dar una conferencia sobre los hallazgos en Atapuerca por parte de una asociación, para mí desconocida. Firmaba la solicitud Pablo Muñoz, estudiante de doctorado en la Universidad de Oxford, en nombre de la CERU/SRUK (Sociedad de Científicos Españoles en el Reino Unido/Society of Spanish Researchers in United Kingdom, por sus siglas en inglés). No pude acudir a esta cita ni en 2016 ni en 2017. Pero acabo de regresar de dar la conferencia solicitada y de conocer a Pablo. También a Nerea Alonso, la persona responsable de organizar el VI International Symposium SRUK en la ciudad escocesa de Glasgow. Nerea es doctora en el Centre for Genomic and Experimental Medicine, IGMM, en la University of Edinburgh. Además, he tenido oportunidad de conocer a un grupo de jóvenes con enorme talento, que tuvieron la feliz ocurrencia de fundar en 2011 una sociedad sin otro ánimo que conocerse, apoyarse mutuamente y buscar quizá esa oportunidad que les permita regresar.
Los miembros de la CERU organizan jornadas científicas, en las que invitan tanto españoles como del propio Reino Unido. Mi sorpresa fue que muchos jóvenes científicos británicos también estaban presentes en la reunión, escuchando lo que teníamos que contar de la ciencia y la tecnología que desarrollamos en España. No fue menos sorprendente y también agradable saber que esta asociación cuenta con el apoyo de instituciones españolas públicas y privadas. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que depende del Ministerio español relacionado con la Ciencia, patrocina estos eventos y no es ajena a estas sensibilidades. Un gran avance, sin duda.
Hace ya muchos años (1988) conseguí una beca postdoctoral para trabajar durante un par de años en la Universidad de Liverpool. Ciertas circunstancias permitieron que me quedara en España, cuando casi tenía los billetes de avión en la mano. Ignoro cómo habría sido mi vida de haber partido hacia aquel destino: ¿tal vez mejor, quizá peor?; pero sin duda, diferente. En aquella época casi nadie se preocupaba de quienes teníamos vocación investigadora. Habría sido uno más en marcharse, tal vez para regresar sin oportunidades de reinserción en el pobre sistema de investigación español de entonces.
En mi viaje a Glasgow he podido hablar sobre el programa científico de Atapuerca, en el que quizá no habría participado de haberme exiliado al Reino Unido hace 30 años. También he podido constatar que ellos y ellas ya no están solos. No es poco. Existe un enorme talento en los científicos españoles. España, como país europeo, tiene mucho que decir y la sociedad española tiene que evolucionar y madurar para enriquecer su diversidad cultural. Invertir en ese talento es invertir en nuestro futuro. Desde este blog, quiero felicitar a mis anfitriones y todos los miembros de la CERU/SRUK, agradecerles su deferencia por la invitación y desearles lo mejor para su carrera científica.
José María Bermúdez de Castro
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