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Nuestro equipo de investigación, liderado en esta ocasión por Laura Martín-Francés, acaba de publicar un nuevo trabajo en la revista PLoS ONE. Desde hace varios años venimos explorando la variabilidad de una serie de caracteres dentales, escondidos a la vista e inaccesibles al estudio directo. La llamada “antropología virtual” está utilizando una herramienta perfeccionada en la última década, que se emplea en muchas otras disciplinas científicas. Me refiero a la micro-tomografía computarizada, que permite realizar miles de cortes virtuales del ejemplar que deseemos estudiar. Una serie de programas informáticos muy complejo reconstruyen más tarde las imágenes tridimensionales de esos ejemplares.

Imagen virtual de la distribución del espesor del esmalte en el primer molar superior (M1) de Homo antecessor, Homo neanderthalensis y Homo sapiens. El color rojo indica un gran espesor, mientras que el color azul indica espesores mínimos. Fuente: Laura Martín-Francés/PLoS ONE.

En el caso de los dientes, la inspección visual posibilita el estudio de la morfología y tomar una serie de medidas estandarizadas de la corona y de la raíz. Esa metodología clásica, que quién escribe estas líneas ha practicado a lo largo de su carrera científica, se completa ahora con la tecnología digital. En la década de 1960, el investigador holandés C.A.W. Korenhof intentó averiguar si existía una correlación morfológica entre la superficie externa del esmalte y su correspondiente superficie interna en la dentina en una muestra de dientes actuales. Para ello, Korenhof tenía que romper la capa de esmalte y acceder así a la dentina; es decir, su método de trabajo era destructivo. Con la llegada de la micro-tomografía la visualización de la dentina, de la cavidad pulpar o de cualquier otro aspecto de los dientes solo requiere tiempo y destreza con los programas informáticos ad-hoc. Con tiempo y habilidad, puedes llegar a realizar un viaje virtual por el interior de los finos conductos que recorren las raíces de los dientes. Una verdadera maravilla de la tecnología.

 

El gran objetivo de la antropología dental virtual es explorar la posibilidad de que las regiones escondidas de los dientes nos den una señal taxonómica; es decir, queremos saber si el estudio de los tejidos dentales, sus dimensiones o su morfología pueden ayudarnos a distinguir las distintas especies/poblaciones de homininos. De ese modo, podríamos añadir información a la capacidad demostrada de la antropología dental clásica para diferenciar entre los diferentes grupos de homininos.

 

Laura Martín-Francés lleva algunos años aprendiendo técnicas muy complejas y acumulando información sobre los tejidos dentales de los dientes fósiles de los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Su esfuerzo se suma al de otros investigadores, que poco a poco están creando una base de datos a nivel mundial. En el artículo de PLoS ONE se estudia la cantidad relativa de esmalte y dentina y el espesor del esmalte a diferentes niveles de los dientes de Homo antecessor. Estas variables no se miden en milímetros o centímetros cúbicos, como solíamos hacer no hace tanto tiempo. Ahora todo se mide en píxeles. El mundo está cambiando a pasos agigantados.

 

Dada la antigüedad de los restos del nivel TD6 del yacimiento de Gran Dolina (entre 800.000 y 900.000 años), la hipótesis de partida propone que las variables obtenidas en los tejidos dentales deberían seguir un patrón primitivo, similar al de los representantes más antiguos del género Homo. De hecho, cuando se estudia la morfología dental siguiendo métodos tradicionales encontramos que los dientes de Homo antecessor tienen muchos caracteres primitivos compartidos con especies como Homo habilis. Sin embargo, también hemos encontrado que otros caracteres ya habían cambiado (caracteres derivados). Esos caracteres se pueden observar en homininos mucho más modernos, como los neandertales, que los incorporaron y retuvieron en su morfología dental.

 

Este último resultado del trabajo liderado por Martín-Francés nos permite seguir proponiendo que Homo neanderthalensis tiene una cierta relación con Homo antecessor. En 1997 propusimos de manera tentativa que Homo antecessor podía ser la especie antecesora de los neandertales y de los humanos modernos. Esta hipótesis no puede abandonarse, como se ha sugerido de manera insistente por nuestros colegas, puesto que Homo antecessor sigue siendo por ahora la especie mejor posicionada. El trabajo liderado por Laura Martín-Francés no resuelve el problema, pero vuelve a mostrarnos que entre Homo antecessor y los neandertales existe un grado de parentesco cercano. Las evidencias científicas nos dicen, sin ningún género de dudas, que la especie Homo antecessor ya se había separado de esos homininos que todos conocemos como Homo erectus. La especie de Gran Dolina formó parte de un linaje muy concreto de homininos, del que a la postre surgimos nosotros. Utilizando un lenguaje sencillo y fácil de comprender, Homo antecessor pudo ser bien la especie madre de ese linaje, o una hermana de la madre; es decir, la tía abuela de los neandertales y de sus predecesores, quizá también de los denisovanos y de nosotros mismos. Hay que seguir investigando y, sobre todo, encontrar más y mejores fósiles.

 

José María Bermúdez de Castro