El clima ha tenido un impacto decisivo en el devenir de la evolución del linaje humano. Hace unos tres millones de años, el progresivo enfriamiento del planeta y la consecuente aridez sobrevenida en el continente africano propició la consolidación del Sahara y la formación de enormes extensiones de sabana en este y el sur del continente. Ese fue el momento del surgimiento de homininos diferentes a los australopitecos, que terminaron por extinguirse. Su lugar fue ocupado por las especies de los géneros Paranthropus y Homo, que tuvieron capacidad genética para adaptarse a las nuevas condiciones. Cuando desaparecieron los parántropos, hace aproximadamente un millón de años, la genealogía de humana quedó reducida a las especies de Homo. Su capacidad adaptativa les permitió primero salir de África y más tarde expandirse por toda Eurasia. En África prosperó la especie Homo ergaster, que inventó la tecnología achelense hace 1.700.000 años y reinó en buena para de África durante milenios. El clima fue perfecto para su vida en las sabanas de África, incluyendo la franja del norte de este continente, entre el desierto del Sahara y el Mediterráneo.
Pero el clima cambia continuamente y condiciona la estabilidad de las especies. Un equipo internacional de 17 especialistas liderado por Bernhart Owen (Universidad Baptista de Hong Kong) ha realizado un estudio de los cambios climáticos en el este de África durante el último millón de años. Sus resultados se han publicado a mediados de octubre en la revista de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos (PNAS). Los efectos del clima quedan registrados en los sedimentos que se acumulan en las cuencas marinas o en el fondo de los lagos. La propia composición de los sedimentos acumulados o su contenido en polen revela cambios en el clima. Los investigadores realizaron en 2014 una perforación de 187 metros de profundidad en los sedimentos depositados en el lago Magadi, que se localiza en el sur de Kenia, en la tierra habitada por los Masai. Este lago forma parte del Rift africano, donde prosperaron los miembros de las especies del género Homo durante los dos últimos millones de años.
En este tipo de investigaciones es importante conocer la composición geoquímica de los sedimentos, que se forman y depositan en condiciones muy particulares. Además, las diatomeas, algas unicelulares que forman parte del fitoplancton, son excelentes marcadores climáticos. Lo mismo puede decirse del polen de las plantas, que dan una excelente visión de la vegetación de cada momento y, por tanto, de las condiciones climáticas reinantes en un determinado lugar. Las diatomeas y el polen quedan atrapados en los sedimentos, donde fosilizan lentamente. El trabajo de identificación de las diferentes especies que se obtienen a lo largo de la columna extraída por la perforación conlleva un trabajo ímprobo, pero sus resultados son muy reveladores de las variaciones climáticas a lo largo del tiempo. Por descontado, es necesario conseguir buenos datos de la antigüedad de cada tramo de la columna recuperada por la perforación, un trabajo que requiere el concurso de profesionales de la geocronología.
Los resultados del estudio muestran una progresiva aridez del este de África, que tuvo un pico importante hace entre 525.000 y 400.000 años. Durante este período se produjo una extinción de diferentes especies de mamíferos de gran tamaño en la región, que más tarde fueron sustituidas por otras especies de menor tamaño. A partir de 400.000 años la tendencia a la aridez fue constante, pero con épocas de bonanza climática (mayor humedad) ligadas a los cambios orbitales del planeta. Todo parece indicar que el período transcurrido entre hace 500.000 y 400.000 años fue crítico para las poblaciones de Homo ergaster. La tecnología achelense comenzó a desaparecer, como atestigua el registro arqueológico. Es muy probable que esa época fuera la última que vivieron nuestros ancestros de la especie Homo ergaster. Su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones fue insuficiente y terminaron por extinguirse. De aquella época existe alguna constancia de otros humanos diferentes, que resistieron el cambio. Hace unos 320.000 años el registro arqueológico ofrece un cambio sustancial. Las herramientas del período denominado “Middle Stone Age” (MSA) empiezan a ser muy frecuentes en el este de África. Esta tecnología se generalizó hace unos 280.000 años y persistió hasta hace unos 50.000-25.000 años. La presencia del MSA está ligada al surgimiento de humanos atribuidos a las primeras poblaciones de Homo sapiens, que habrían terminado por sustituir a la especie Homo ergaster de todos los ecosistemas habitables de África.
Una vez más han vuelto a obtenerse inferencias que muestran una clara relación entre las modificaciones climáticas y el recambio en los humanos que poblaron un determinado territorio. Si el origen del género Homo está ligado al progresivo enfriamiento del planeta, nuestra especie prosperó gracias al empeoramiento de las condiciones climáticas en el este de África. La reflexión es muy evidente, ¿qué sucederá cuando el clima sufra un nuevo cambio drástico?, ¿tendremos avances tecnológicos suficientes para hacer frente a ese cambio? Solo hay algo seguro: el clima cambiará sí o sí. Y no me refiero solo a la elevación de la temperatura provocada por el efecto antrópico de nuestra civilización, cuyas consecuencias ya estamos notando.
José María Bermúdez de Castro
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