No es sencillo responder a la pregunta que encabeza este post. Hace 45 años los datos inmunológicos de chimpancés y humanos sugerían que nuestro antecesor común vivió hace unos cinco millones años. ¿Qué nos dicen tanto la paleontología como la genética sobre esta cuestión?
Los paleontólogos han encontrado unos pocos restos fósiles en África atribuidos a la genealogía humana, cuya antigüedad podría llegar hasta los siete millones de años (Sahelanthropus tchadensis). En aquella época, la probabilidad de que los vertebrados dejaran su huella en yacimientos era muy baja. Los bosques africanos reciclaban la materia orgánica con enorme rapidez. Así que las evidencias de nuestros orígenes son casi testimoniales. Hace poco más de cinco millones de años, en los inicios del Plioceno, la elevación de las regiones del este de África y el enfriamiento global del planeta favoreció la formación de yacimientos. Las poblaciones de homininos empezaron a dejarnos testimonios de su presencia en el continente africano hace unos cinco millones de años. De ese modo, las investigaciones de la Paleontología pueden proponer que nuestro antecesor común es muy anterior a la cifra sugerida en su día por los estudios inmunológicos.
A comienzos del Plioceno la genealogía de los chimpancés ya seguía su propio camino en el oeste de África. La comparación del genoma de bonobos y chimpancés con el nuestro arroja diferencias algo superiores al 1% (aprox. 1,3%). Esa proporción, que se nos antoja muy pequeña, fue el resultado de la acumulación de cambios en los genes (mutaciones) generación tras generación. Los genetistas han estimado que esa diferencia pudo acumularse en los últimos seis-siete millones años, asumiendo que la tasa de mutación de los simios antropoideos y de los humanos está en torno a 1 x 10-9 por gen/año. Es una cifra ciertamente muy pequeña, que solo con el transcurso de miles de años termina por notarse a nivel morfológico y fisiológico.
Hace pocos años, un grupo de genetistas liderados por Kevin E. Langergraber (Universidad de Boston) realizaron sus propias estimaciones para determinar la fecha de la divergencia entre humanos y chimpancés. Querían realizar su estudio con independencia de lo que nos dice el registro fósil, evitando así cierta circularidad de los argumentos. Su trabajo se publicó en la revista de la Academia de Ciencias de USA (PNAS).
Para llevar a cabo su estimación, este grupo de científicos se fijó primero en el tiempo que transcurre entre generación y generación. Este dato es muy importante, puesto que las mutaciones se pueden producir de una generación a la siguiente e ir acumulándose con el paso del tiempo. Existen varios estudios en los que se ha determinado el tiempo intergeneracional en la genealogía humana. Los resultados indican que ese tiempo es de unos 26 años para las mujeres y de unos 32 años para los hombres. El promedio intergeneracional estimado para los dos sexos es de 29 años. Con ese dato y las tasas de mutación obtenidas tras el estudio del ADN intergeneracional en Homo sapiens (0,97 x 10-8 – 1,36 x 10-8 por gen/generación), Langergraber y sus colegas obtuvieron una tasa de mutación anual aproximada de 0,4 x 10-9 por gen/año. Ese dato es menor que el estimado (1 x 10-9 por gen/año) cuando se tienen en cuenta la cronología de los fósiles encontrados hasta la fecha en el continente africano.
Si las estimaciones de Langergraber y su equipo son correctas, la divergencia entre chimpancés y humanos aun habría de ser más antigua de lo que se había estimado con anterioridad. Se podría llegar incluso hasta los 13 millones de años para conseguir diferencias genómicas del 1,3% entre unos y otros. No obstante, estos investigadores apuestan por una fecha comprendida entre hace siete y ocho millones de años. En consecuencia, las investigaciones paleontológicas todavía podrían profundizar algo más en el tiempo para encontrar al ancestro común que compartimos con los chimpancés. Siguiendo este mismo método de trabajo (29 años de distancia intergeneracional), la divergencia entre los neandertales y los humanos modernos pudo suceder hace 800.000 años, duplicando la cifra aceptada hasta el momento. Ese dato no puede estar lejos de la cifra real, puesto que los humanos de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca ya formaban parte de la genealogía de los neandertales, y su cronología está muy bien establecida en más de 400.000 años.
A pesar de haber transcurrido lo que se nos antoja una eternidad, seguimos compartiendo con los chimpancés muchos caracteres anatómicos, fisiológicos y de comportamiento. Por ejemplo y sin ir más lejos, ni la mente de los chimpancés ni la nuestra es capaz de asimilar las cifras que se estiman para la divergencia temporal entre las dos genealogías, o para la divergencia entre Homo sapiens y Homo neanderthalensis. Por cierto, un suspiro en comparación con los 4.500 millones de años que podría tener nuestro planeta.
José María Bermúdez de Castro
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