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El yacimiento de Qesem se encuentra a pocos kilómetros de Tel Aviv. La Dra. Martinón y quién escribe estas líneas tuvimos ocasión de conocer este yacimiento de Israel, por invitación expresa de sus directores Ran Barkai y Avi Gopher. El yacimiento de Qesem se salvó por casualidad. Parte de él fue destruido por la construcción de una autovía. Pero quedó un área sustancial, que ha sido explorada en los últimos años. Escribí sobre este yacimiento en un post publicado el día 2 de febrero de 2016 en este mismo blog, en el que se describen algunas de sus características.

Cantos rodados de colores recuperados en el yacimiento de Qesem (Israel). Fuente: Journal of Lithic Studies.

Nos interesaba mucho conocer este yacimiento y los dientes fósiles que se habían recuperado durante varios años, porque el registro arqueológico muestra signos evidentes de avances tecnológicos impropios de la cronología de Qesem. La horquilla de dataciones obtenidas en este lugar se mueve entre 200.000 y 400.000 años. La industria lítica es muy particular (yabudriense) y recuerda a la que fabricaron los miembros arcaicos de Homo sapiens. Las evidencias del dominio del fuego por parte quienes ocuparon el yacimiento de Qesem son abrumadoras. El yacimiento se excava con cierta facilidad, porque buena parte de los sedimentos están formados por las cenizas generadas durante la combustión continuada de madera.

 

Por todo ello, diferentes publicaciones apostaron por la presencia de Homo sapiens en Qesem. Esta hipótesis fue propuesta por un grupo de especialistas en 2015 en una revista especializada. Cuando vimos las imágenes de los dientes en esa revista, María Martinón y yo mismo reconocimos la morfología característica de los dientes de la Sima de los Huesos de Atapuerca y de los Neandertales. Algo no cuadraba. Confirmamos nuestras impresiones estudiando los fósiles originales en Tel Aviv. Sin embargo, el registro arqueológico sugería una cultura muy avanzada.

 

En mi opinión, la respuesta a esta aparente contradicción reside en la situación geográfica del Corredor Levantino, que se encuentra en la confluencia de caminos entre África y Eurasia. Este Corredor fue un punto de encuentro de culturas diversas, que se enriquecieron mutuamente. El intercambio de información habría llevado a la innovación de formas originales de tallar la piedra, y quién sabe a cuantos avances tecnológicos en la forma de trabajar la madera. Las poblaciones contemporáneas de regiones extremas de Eurasia, por el contrario, permanecieron estancadas, como lo demuestra el registro arqueológico.

 

Un artículo recientemente publicado en Journal of Lithic Studies por Ella Assaf (Universidad de Tel Aviv) presenta datos sorprendentes para el yacimiento de Qesem. Puesto que se trata de una revista muy poco conocida en el ámbito de la arqueología, no hubiera tenido oportunidad de leer el artículo de no ser porque me lo enviaron los propios directores del yacimiento. Leí el resumen, que enseguida despertó mi curiosidad. Ella Assaf ha recuperado de varios niveles del yacimiento hasta setenta cantos de cuarcita redondeadas, con una gama variable de colores y posiblemente recogidos en arroyos cercanos al yacimiento.

 

La primera hipótesis que se plantea es la acumulación intencionada de materia prima para fabricar herramientas. Pero su tamaño es demasiado reducido. El diámetro de estas piedras no llega a cinco centímetros de diámetro y su peso nunca excede los 70 gramos (ver figura adjunta). La mayoría no rebasa los 40 gramos. También se puede postular que los cantos se habrían recolectado para utilizarse como percutores o retocadores de los filos de las herramientas. Pero esta hipótesis también se puede descartar, tanto por el tamaño de los cantos como por el hecho de nunca fueron utilizados. Las observaciones realizadas bajo microscopio lo demuestran con claridad. Tampoco pudieron ser utilizados como ornamentos. Pesan demasiado para ello.

 

Puesto que las piedras fueron llevadas de manera intencionada al campamento, el motivo tuvo que estar relacionado con su estética ¿Es que hubo coleccionistas de piedras en el Pleistoceno Medio? Pues todo parece indicar que así fue. Si las piedras no tenían ninguna utilidad aparente, está claro que aquellos humanos tuvieron la sensibilidad de recoger objetos que les producían un beneficio emocional. Del mismo modo que nosotros coleccionamos objetos sin utilidad práctica, los humanos de hace 200.000 años también pudieron hacerlo. En mi modesta opinión, aquellos humanos no pertenecieron a nuestra especie. ¿Cómo hemos llegado a converger diferentes especies humanas en hábitos tan singulares, que siempre habíamos tenido como exclusivos de Homo sapiens? Una vez más se ratifica que no somos únicos en casi nada, excepto en que en las últimas décadas de nuestra evolución hemos tenido ocasión de conseguir un progreso tecnológico impresionante. Ese progreso nos hace parecer distintos. Pero es solo apariencia. La higiene y una cuidada vestimenta hacen milagros.

 

José María Bermúdez de Castro